21 de diciembre de 2010

El milagro de domingo

El olor a café inunda la tarde, se cuela por las paredes resquebrajadas, despierta a mi tío, se mece en las hamacas del patio y regresa a posarse en los vasos de lata. Hierven al tacto, todos toman asiento. Las sillas cerca del tele proporcionan una vista panorámica de la cocina. Observo el patio, observo cómo mi abuela llena uno a uno los vasos que yacen impacientes, en espera de los que me acompañaran esta tarde de domingo. Peleo mi asiento. –A ella siempre le gusta sentarse ahí, déjela es una chiquita- dice mi tía abuela. Déjela. Mi tío se va a regañadientes, se sienta frente a mí, no sin antes darme una mirada peligrosa. No falta nadie, llegaron todos. Es costumbre llegar a tomar café los domingos donde abuela. Todo está servido, el pan se encuentra en el centro de la mesa, esperando que haya calma, que todos se sienten, para que mi abuela lo destape y comenzar así el ritual vespertino.

-¿Que hay hoy, pan con mantequilla otra vez?- dice una voz que causa una risa general. La respuesta siempre es sí, solo pan y mantequilla hay. Tan rico sabe el pan fresco cuando se empapa de café con leche y se come con presura ante el temor que desplome. Pero no, hoy no. Mientras todos ríen, se oye la voz de mi tía decir: no. Hoy hay pan con jamón.

¿Jamón? Todos titubean, hoy no es una broma. Hay jamón. ¡No es mortadela ni pate ni natilla! Es jamón dividiendo las dos partes de aquel pan que se encuentra cubierto en la mesa. Mi abuela se ríe, se apresura a quitarle la tapa a la panera. Todos toman un pedazo; la mantequilla sostiene frágilmente la rebanada delgada de jamón, y esta, bocado a bocado, acaricia el paladar familiar. El silencio en la casa se rompe sólo cuando la campanas de la iglesia llaman a misa y lentamente desembelesan, con cada sonar, a todos los que presenciamos el milagro de domingo.

5 comentarios:

*°·.¸¸.° Heidy °·.¸¸.°* dijo...

Como me hubiera gustado conocer las tardes de café con mi abuela... pero por esas cosas de la vida, nunca hubo una cercanía entre ella y mi madre y mis hermanos...

Saludos

Joha dijo...

Sí, me paso lo mismo pero del otro lado de la familia. Aveces no se hace click. Igual siempre podemos enmendar las cosas cando seamos madres y abuelas :=). Un saludo navideño, ¡gracias por comentar Heidy!

andrés dijo...

Ahora que no se dan por que mis dos abuelas ya se fueron me doy cuenta que en verdad eran milagros esas tardes de cafe y futbol, de tios y tias conversando, los primillos correteando de un lado a otro, eramos un monton de chigüilines y la Abuela nunca nos regañaba - paciencia divina, nos cocinaba a todos, nos daba café...

Esas tardes valen oro Joha... con pan y mantequilla!

Un beso grande y como vos te perdes duramente desde ya te deseo un Feliz Navidad y todas las bendiciones!!

Joha dijo...

Jajajaja Yo si me pierdo... jajajaja Que mal. Pero bueno, ya tengo más tiempo. :) ¡Feliz Navidad! Que rico sabía el pan con mantequilla en esas circunstancias, con cualquier cosa hubiese sabido rico. Hermosos tiempos. ¡Un abrazo!

Pablo Vargas dijo...

Cuando uno es pequeño pasa por alto muchos detalles que quizás en el momento son minúsculos, pero conforme pasan los años volvemos a ver atrás y decimos: eso fue un lindo recuerdo.

A veces esto sucede cuando estamos demasiado viejos, y ya no hay tiempo para acercarnos a nuestros seres queridos y decirles lo mucho que apreciamos que estén a nuestro lado. En otras ocasiones, un texto como el tuyo sirve para que podamos reflexionar al respecto, antes de que sea muy tarde.

Buen post amiga, un gusto leerte de nuevo. Felices fiestas!

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